sábado, 1 de agosto de 2020

POEMARIO DE LUIS BENÍTEZ 
EDITADO EN ESTADOS UNIDOS



Luis Benítez
Katakana Editores (#katakanaeditores), sello con sede en Miami, Estados Unidos, en junio pasado ha colocado en librerías y a través de Amazon el título The afternoon of the elephant and other poems (https://www.amazon.es/AFTERNOON-ELEPHANT-OTHER-POEMS-poetry/dp/1734185023), colección poética del argentino Luis Benítez *.
El volumen, cuyo título original en español es La tarde del elefante y otros poemas, fue traducido al inglés por Beatriz Allocati, con supervisión general del poeta estadounidense George Franklin **. Es la primera edición en lengua inglesa de la obra, precedida por la venezolana, de 2006; la mexicana, de 2008; la italiana, de 2012, y la argentina, de 2014.
George Franklin
En la contracubierta del poemario señala Franklin: “¡Qué suerte tenemos de poseer este volumen de poemas en inglés de Luis Benítez! Una figura importante en la literatura contemporánea en español, Benítez no solo crea poemas; él piensa en poesía. Los poemas de The Afternoon of the Elephant son una forma de reflexionar sobre el mundo físico y social al mismo tiempo que hacen que ese mundo sea real al tomar en cuenta animales, océanos, amigos y amantes, el tigre dientes de sable, la garza, el salmón, el trucha, la mofeta, incluso el elefante fugitivo que interrumpe nuestras conversaciones mundanas y come fruta de la mesa del café. The Afternoon of the Elephant destruye lo habitual y nos pide que consideremos la forma en que el pensamiento enriquece la experiencia y restaura nuestra conciencia de la amplitud del mundo fuera de nosotros. Benítez es una voz en estas páginas, una razón apasionada que rechaza la mezquindad que recorre nuestra vida cotidiana, que celebra lo que se pasa por alto”.

Un poema de este libro de Luis Benítez:

Nacimiento del tango

La luna vertical que se lleva el alba
y que vio surgir y enajenar a tantas cosas,
el mar que se condensa en el Río de la Plata,
la calle que olvidaste nombrar cuando después,
a la música, agregaste las palabras,
te oyeron salir de la nada quizás en una flauta
que se detuvo asombrada, tal vez
en la melodía distraída de alguno.
¿De qué susurro y latido, de qué silbido sin rumbo,
de qué cadencia de pasos por qué calles apagadas
nació el tango, de qué silencio de hombres solos?
El negro bozal y el criollo amargo
que despedían su tiempo
y los rubios pobres que bajaron de los barcos
y el campo en la ciudad, con la ternura
y el dolor y la noche y el espanto
fueron tu cuna y tus primeros pasos.
Alguien oyó el destino de unos acordes
perdidos en los rumbos de otras armonías
y los reunió convertidos en la primera milonga.
Ella acunó, madonna maleva, en sus brazos
tu lágrima más joven, tango.


Birth of the tango

The vertical moon that takes dawn away
and that saw so many things arise and captivate,
the sea condensing in the River Plate,
the street you forgot to name when later,
you added words to the music,
heard you coming out of the blue maybe in a flute
that stopped in amazement, perhaps
in somebody’s absent-minded melody.
Of what whisper and beat, of what whistling
without direction,
of what cadence of steps along what spent streets
was tango born, of what silence of lonely men?
The black muzzle and the bitter Creole
that said good-bye to their time
and the poor fair-haired people getting off the ships
and the country in town, with the tenderness
and pain and night and awe
were your cradle and your first steps.
Someone heard the destination of a few chords
lost in the paths of other harmonies
and gathered them turned into the first milonga.
It lulled, wicked madonna, in its arms
your youngest tear, tango.
Born of woman, just like men.

* Luis Benítez (Buenos Aires, 1956) ha recibido diversos reconocimientos internacionales por su obra literaria. Sus 36 libros de poesía, ensayo y narrativa han sido publicados en Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, México, Rumania, Suecia, Venezuela y Uruguay.

** George Franklin es autor de dos libros de poesía: “Traveling for No Good Reason” y “Among the Ruins”. Magister en Escritura Creativa de la Universidad de Columbia, Nueva York; Doctor en Inglés y Literatura Norteamericana de la Universidad de Brandeis, Massachusetts, y Doctor en Derecho de la Universidad de Miami.


sábado, 20 de junio de 2020

BELGRANO O LO QUE SE CIFRA EN EL NOMBRE
Agustín Romano ©

Señores, yo estoy cantando
Lo que se cifra en el nombre.
Borges

En 1794 Manuel Belgrano llegó de España con el propósito de instalarse en el Río de la Plata. Según nos dice Mitre en la biografía que le dedica: era joven (tenía 24 años), era hermoso y era rico. Se le abrieron todas las puertas. Era hijo de uno de los comerciantes más ricos y poderosos del virreinato.
Traía el mandato de la corona española de organizar una institución todavía inexistente aquí, el Consulado. Sin duda el deseo de sus mandantes era controlar de un modo más eficiente el comercio monopólico que habían instalado, pero que gracias al contrabando de los ingleses y otros países europeos se veía seriamente afectado.
Sin embargo, esta doble economía había logrado hacer de Buenos Aires una ciudad próspera en donde comerciantes, funcionarios del virreinato y la misma Iglesia gozaban de un notable bienestar económico. Su propia familia era una de las más favorecidas por tal situación.
No resulta difícil pensar que al joven abogado le hubiese costado muy poco hacer de aquella institución un organismo burocrático y venal como los ya existentes. Como era, seguramente, el deseo de todos.
Pero las cosas sucedieron de otra forma. Nuestro propósito es indagar por qué. Lo haremos a partir del desciframiento del nombre del flamante doctor.
Nos valdremos para este fin de metodologías que a muchos les parecerán extrañas, a otros poco pertinentes, a varios un intento de pretender estar en consonancia con ciertas modas psicoanalíticas y no faltarán quienes lo consideren un juego meramente literario, al modo borgeano, dado que dice Borges:

Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de ‘rosa’ está la rosa
y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.

Así que podríamos imaginar que en las letras de B-e-l-g-r-a-n-o está Belgrano. Recordemos que era hijo de Domingo Belgrano Peri (castellanizado Pérez) y de María Josefa González. Su nombre completo era Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano González.
Manuel Belgrano
óleo de François-Casimir Carbonnier
(Londres 1815)
Su padre, un italiano nacido en la región de Liguria, había logrado instalarse en el país gracias a un permiso real español. Su madre era porteña y de clara ascendencia española. Con los nombres de Domingo y de María Josefa ya tenemos suficiente como para comenzar nuestra tarea.
Pero antes se hace necesario preguntarnos qué son los nombres y cuál es su relación con aquello que nombran.
Fue Platón, en su diálogo Crátilo, el que trató por primera vez el asunto, donde plantea un problema que ha mantenido en vilo a la humanidad hasta nuestros días. Infinidad de pensadores y artistas trataron el tema, como Cervantes o Shakespeare. Pero bástenos nombrar algunos modernos, aparte de Borges, para comprobar su vigencia actual: Foucault, Frege. Russel, Wittgenstein, Lacan, Louis Carroll, García Márquez, Umberto Eco.
Y son muchas las soluciones que se han dado, por lo cual resulta imposible desarrollar aquí el tema como sería pertinente.
Tomaremos, sin embargo, una solución rápida: para el concepto de nombre entenderemos que es una designación verbal que se les da a las personas, animales, plantas, lugares o cosas.
En cuanto a su relación con lo nombrado, tomaremos tres posibilidades. La primera es la que establece una relación íntima y de carácter mágico, como propone, por ejemplo, la cábala judía. La segunda la que considera esta relación como algo puramente arbitrario. Y la tercera es la que seguiremos nosotros, que denominaremos de configuraciones dinámico-diacrónicas y que se mostrará a lo largo de este trabajo.

Partamos del matrimonio Belgrano-González. Este tipo de matrimonio ítalo-argentino fue y es muy común en nuestro medio y a simple vista no parece decirnos mucho. Sin embargo, encierra un trasfondo que haría las delicias de un Lévi-Strauss.
Lo primero que podemos decir, desde un punto de vista semejante a este autor, es que es un tipo de matrimonio permitido por las leyes virreinales vigentes, a diferencia de otros que estaban prohibidos.
Para entender esto debemos considerar una ley o estatuto que desde muy antiguo primó en la sociedad española, los estatutos de limpieza de sangre.
Esta concepción se basa en que es a través de la sangre que se heredan los principios éticos fundamentales como son el honor, el sentido del deber, la lealtad y otras características que se consideran propias del cristianismo católico.
Es necesario, además, distinguir que no es lo mismo el antijudaísmo que el antisemitismo. El primero es una consideración religiosa cuyos inconvenientes pueden subsanarse con una conversión. El segundo es mucho más grave, en tanto tiene que ver con lo racial. De este modo los judíos conversos no dejaban de ser peligrosos en tanto que, si se mezclaban, su “sangre baja o impura” degradaría a los verdaderos cristianos viejos.
Así es que, a fin de impedir esta contaminación, se implantó —para poder casarse, ocupar cargos importantes, ingresar en el ejército o en funciones eclesiásticas, estudiar en universidades importantes o simplemente trasladarse a América— comprobar la limpieza de sangre. Es decir, demostrar que por seis generaciones no se tenían antepasados judíos, árabes o de cualquier otra “raza baja o impura”, como se decía por entonces.
Domingo, que se había naturalizado español, tuvo que pasar esta prueba. Gracias a esto pudo venir a Buenos Aires, donde se casó con una niña en igualdad de condiciones de “pureza de raza”.
Si observamos los nombres de Domingo y María Josefa, es fácil verificar que son nombres de cuño católico, muy común entre los españoles: Domingo es el día en que los cristianos honran a su Dios, María es el nombre de la Virgen y Josefa es una transformación de José, su esposo.
Esta preferencia por nombres de carácter religioso lo podemos comprobar en los dieciséis hijos que tuvo la pareja. En todos los nombres de los hijos, menos en uno, están presentes los nombres de María o de José, o ambos. En nueve de ellos se repite el nombre de José y en cinco el de María.
De esta manera de nombrar a sus hijos, podemos deducir algunas conclusiones. La primera es que estamos en un medio cultural en que predomina el catolicismo. La segunda, que la familia está muy integrada a este medio y/o quiere afirmar su limpieza de sangre. No se nos escapa que esto se logra preferentemente gracias al nombre materno. Luego volveremos sobre este particular.

Si analizamos el nombre Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús, es fácil comprobar que todos estos nombres responden a las características ya señaladas: Manuel (derivado del hebreo Emmanuel) es uno de los nombres de Cristo, José el de su padre adoptivo, Joaquín el del padre de María y qué decir de la combinación del Corazón de Jesús.
Somos conscientes del carácter conjetural de nuestra tarea. Y además queremos advertir que nos permitimos tomar ciertos tipos de análisis psicológico inspirado en Freud o en Lacan. O bien, en otros conocimientos ancilares, como las neurociencias o las teorías de campo de Bourdieu.
Al utilizar este tipo de análisis, deseamos advertir que lo haremos libremente, en tanto nos sirva para entender ciertos procesos belgranianos, que es lo mismo que decir que no nos esforzaremos por hacer entrar a Belgrano en una supuesta ortodoxia propia de Lacan, ni reducirlo a meras ligazones sinápticas.
Pero consideramos, que antes, es necesario hacer algunas observaciones previas.
Al analizar el nombre Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano González, podemos detectar claramente que está dividido en dos zonas manifiestamente diferenciadas. Por un lado, los apellidos tanto paterno como materno; y por otro, el de los nombres de pila.
De los dos apellidos, el más importante parece ser el paterno, como en todos los casos, y esto se debe a la influencia del derecho romano en donde el páter familias era el centro alrededor del cual se organizaba la familia y por el cual se adquirían los derechos civiles. Y que a nosotros nos sirven para organizar generalmente las genealogías.
Es por este lado, que el apellido nos ubica en una perspectiva sincrónica; es decir, temporal e histórica.
Esto lo ha sabido captar muy bien Borges cuando en su poema Al hijo dice;

No soy yo quien te engendra. Son los muertos
Son mi padre, su padre y sus mayores;
son los que un largo dédalo de amores
trazaron desde Adán…

Por el lado del apellido materno, si aceptamos lo que hemos dicho más arriba, nos ubicamos en una perspectiva de simultaneidades o diacronías.
Desde el lado de los apellidos, como ya hemos visto, podemos llegar a establecer sus orígenes lingüísticos y armar el árbol genealógico.

Ascendencia paterna de Manuel Belgrano.

Inspirados en Lacan tomamos de él la idea del Otro del gran Otro. Es decir, el concepto del nombre del padre, que para este autor es un lugar vacío en el que pueden caber múltiples significados, en donde se pueden dar los conocimientos y desde donde se impone la ley. Para nosotros, es el corredor por donde circula la novela familiar que se va elaborando de padre en padre. Es un lugar esencialmente simbólico y de carácter temporal, por donde se reciben un tipo de lenguaje (el diacrónico) ligado a lo temporal e histórico, a los valores tradicionales y a los relatos que configuran la novela familiar. Para nosotros es algo colectivo, que puede ir variando a lo largo del tiempo y cuyas secuencias pueden ser olvidadas o reemplazadas por otras.
Esta novela le aportará a los Belgrano, como veremos, la imagen de un antepasado mítico, guerrero y agricultor. Y un símbolo como el trigo, sinónimo de la belleza y la vida.
Lo que a continuación diremos tiene que ver con las características fundamentales de nosotros mismos en cuanto seres humanos. Los estudios de las neurociencias confirman que tanto las funciones diacrónicas como sincrónicas son posibles gracias a las sinapsis de nuestras neuronas, células que pueden generar lugares donde nuestros recuerdos quedan registrados.
De este modo, se posibilitan distintos tipos fundamentales de memorias, como la semántica y la episódica. Que se pueden articular con lo imaginario materno y lo simbólico paterno.
En cuanto a la madre, que para Lacan su función es esencialmente imaginaria, posee más bien un carácter espacial, que tiene que ver con el primer contacto del lenguaje que nombra lo inmediato, la casa-máquina para habitar (en el sentido le coubuseriano), la ropa, el orden en el hogar, la higiene personal, los ritos religiosos, etc.
Sin dudas, gracias a estos nombres, que la pareja puso a su octavo hijo, es que podemos comprobar mejor lo que venimos diciendo.

Luego de estas consideraciones, la clave más importante para nuestro propósito es analizar, siguiendo el árbol paterno, el origen del apellido Belgrano
Cuéntase que a mediados del siglo XVI uno de los duques de Saboya, llamado Manuel Filisberto, salió a recorrer sus dominios.
De pronto se encontró con un hermoso trigal sumamente cuidado. Le preguntó a un labrador de quién era ese lugar, a lo que el campesino le contestó:
—Es mío, señor.
—¿Siempre has sido agricultor?
—No, señor; antes fui soldado. Y el duque dijo:
—Feliz el país que tiene hijos como tú, capaces de defenderlo en la guerra y de enriquecerlo en la paz.
Y despidiéndose, agregó:
—Bel grano il tuo —aludiendo al esplendor de los trigales.
Aquellas palabras le deben haber sonado como una música al buen hombre, llamado Pompeyo, ya que decidió adoptarlas como apellido familiar, sin saber qué esa música sería historia.
Este suceso quedó en la tradición familiar como uno de sus orgullos, hasta tal punto que cuando crearon su escudo, en el siglo XVIII, el apellido aparece simbolizado en forma de tres espigas de trigo. Y si comparamos este escudo con el de otras familias españolas católicas, podremos comprobar que en estas no existen símbolos relacionados con la agricultura.

Escudo del apellido Belgrano
(en versión original y moderna)
La pregunta que podemos hacernos ahora es: ¿Si la familia del padre de Manuel hubiese sido española, habría adoptado un apellido y un escudo semejantes?
Creemos que no. Veamos.
Es por todos sabido que durante muchos siglos convivieron en el territorio español las tres grandes religiones monoteístas. Es decir, los cristianos, los judíos y los moros.
Los cristianos y los árabes se dividieron el territorio organizando distintos feudos. No así los judíos, pues no hubo ningún feudo con tales características.
En general las tres religiones convivieron, no sin conflictos, pero se toleraron bastante hasta los Reyes Católicos. Los judíos se dedicaban a las tareas jurídicas, financieras y administrativas, los cristianos a la ganadería y los árabes a la agricultura.
Los feudos de los cristianos y el de los árabes estaban colocados unos frente a otros, habiendo entre ellos una franja de tierra, que a veces tenía hasta cien kilómetros. A esta franja se la denominó tierra de nadie. Por ella podía transitar cualquiera sin problemas. Los árabes se sirvieron de esta tierra para instalar sembradíos. Por otra parte, los ganaderos cristianos aprovecharon esta franja para movilizar sus ganados en busca de pastos naturales. Iban de norte a sur o viceversa, según las épocas del año.
Los ganaderos, para organizar estas tareas, habían creado un gremio, la Mesta. Y lograron de la corona el permiso para movilizarse. Cosa que provocó más de un inconveniente, ya que solían arrasar los sembradíos de los árabes.
Para solucionar este problema se establecieron rutas fijas, llamadas cañadas, que evitaban enfrentarse. Todo esto funcionó bien hasta que los Reyes Católicos expulsaron a los judíos y a los árabes. Hecho que provocó, entre otras cosas, la ruina de la agricultura española.
Y debido a estas medidas extremas, lo que hasta ese momento había sido una convivencia bastante aceptable, se transformó en odios raciales que derivaron en la vigencia de los estatutos de limpieza de sangre. Judíos y árabes pasaron a ser enemigos declarados o conversos sospechosos.
Teniendo en cuenta esto, es que nos aventuramos a decir que los españoles católicos jamás hubieran aceptado un apellido ligado a la agricultura, pues esta era la tarea de los, ahora, enemigos.
Pero no así para esta familia de origen italiano, los Belgrano, para quien un apellido semejante pasó a ser parte de su identidad, transmitida por la novela familiar, de generación en generación. Las consecuencias de este orgullo de familia, como veremos, fueron imprevisibles para sus contemporáneos, pero que nosotros trataremos de mostrar su importancia.

Desde ahora en adelante, deberemos internarnos en algunas características biográficas de Manuel Belgrano, que nos servirán para entenderlo mejor. Iniciamos, pues, la marcha que nos conducirá a una época de coincidencias que llamaremos zona Omega.
Como todos los niños pertenecientes a su clase social, aparte de aprender a leer y escribir, recibió una educación católica que lo llevó a cumplir con sus prácticas y sus ritos. Su principal biógrafo, el historiador Bartolomé Mitre, observa:

Belgrano creció en años y en inteligencia bajo el amparo del ala materna,

Luego ingresó en el Real Colegio de San Carlos. Allí, Manuel logró su título habilitante para ingresar en alguna universidad.
Este colegio había sido fundado por Vértiz, por entonces gobernador de Buenos Aires, debido al vacío educacional creado por la expulsión de los jesuitas. Sus materias eran el latín, la teología, la filosofía y la gramática. Su materia fuerte era la lógica, de duración anual. Aclaremos que esta lógica tenía que estar basada en la dialéctica platónica o en el silogismo aristotélico, con el agregado de algunas innovaciones o variantes medievales, como el tomismo.
Era norma de la época que los únicos que podían recibir educación eran los hijos varones de las familias notables y de raza blanca. Es decir, regían allí los famosos estatutos.
Esto tengámoslo en cuenta para lo que vendrá.
Sus padres decidieron mandarlo a estudiar a España. Allí ingresó en la Universidad de Salamanca donde se recibió de abogado, para luego doctorarse en la Universidad de Valladolid.
Tengamos en cuenta que en ambas casas de estudio regían los estatutos de limpieza de sangre desde 1522. A este respecto, Manuel no tuvo ningún problema.
Belgrano fue un alumno brillante que gozó de la plena confianza, tanto de la universidad, del gobierno, como de la Iglesia, dado que el papa Pío VI le otorgó el permiso para leer cualquier tipo de libros, incluidos los de los herejes.
En el tiempo de la estadía de Belgrano en España, en Europa se estaban dando cambios fundamentales que trasformarían el mundo. Los parisinos produjeron la llamada Revolución francesa bajo las consignas de libertad, igualdad, fraternidad.
Mientras tanto los británicos estaban desarrollando la revolución industrial.
Adam Smiith (1723-1790)
economista
En economía se publicaron obras fundamentales, creadoras de esta ciencia. El escocés Adam Smith escribió La riqueza de las naciones, donde postula que el origen de dicha riqueza está en el trabajo, y expone la idea del libre comercio; habla de una mano invisible que guiaría la economía en beneficio de toda la sociedad. El francés François Quesnay, fundador de la fisiocracia, escribió Máximas generales del gobierno económico de un reino agrícola, proponiendo, en cambio, que esta fortuna tiene su origen en la naturaleza, especialmente en la agricultura, aunque coincide con Smith en la idea del libre comercio. Por su parte, otro francés y fisiócrata, Vincent Gournay, acuño la frase: laissez faire, laissez passer (dejar hacer, dejar pasar). Las regulaciones estatales, resultaban muy indeseables desde estos puntos de vista.
Belgrano nos cuenta en su Autobiografía:

Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de Francia hiciese también variación de ideas, y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad.

En las tertulias que solía frecuentar, se fue compenetrando del pensamiento de Campomanes, Jovellanos y otros liberales españoles.
Eran tiempos en que por todos lados se filtraban las ideas de Rousseau, Voltaire y Montesquieu. Según dice José ingenieros en La evolución de las ideas argentinas, no solo se estaban difundiendo por toda Europa, sino que iban llegando al país mediante un segundo contrabando, el de las ideas, en forma de libros introducidos clandestinamente por los masones.
François Quesnay (1694-1774)
economista y cirujano
Pero a Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús le sucederá algo singular, que hará que descubra la recóndita clave de sus años, en el estudio de aquellas ciencias nuevas. La música de aquel Bel grano e il tuo que alguien había pronunciado hacia varios siglos atrás y que para su familia se había transformado en parte fundamental de su identidad. Gracias a su antepasado mítico halló perfecta correspondencia con las teorías de Quesnay.
Es aquí donde se da esa zona Omega que anunciáramos más arriba,
Desde 1786 a 1794 se van a fusionar en Manuel Belgrano la cultura que traía de América (incluidas sus ideas religiosas) con el derecho, las ideas del liberalismo francés y los conocimientos de las ciencias económicas.
La intención de utilizar estos saberes explicará todo lo que intentó hacer en el Consulado, que es, en definitiva, lo que marcó su ingreso en el campo político.
Fue la corona española, sin que él lo solicitara, quien le pidió que se hiciera cargo, de por vida, del Consulado del Río de la Plata.
Grande fue la tarea que se le presentaba y poco los recursos materiales disponibles. Pero, él contaba con medios propios, su capital simbólico o su hábitus, entendido en términos de Bourdieu.

Al referirnos a los saberes belgranianos debemos considerar cinco tipos: el religioso, el liberal francés, el militar, el jurídico y el económico. Del primero ya hablaremos más tarde. El segundo será el marco general que orientará toda su vida. Del tercero, él mismo nos informa de su ignorancia casi total en su Autobiografía. En cuanto al cuarto, si bien Belgrano nunca ejerció como abogado en forma privada, este saber le fue muy útil para el manejo técnico de sus funciones en el Consulado. Respecto del quinto, no cabe duda que su visión le llevó a adquirir conocimientos asombrosos sobre agricultura, que abarcan todos sus aspectos: desde el modo de sembrar o cómo usar los abonos, a la manera de distribuir las tierras en enfiteusis.
Al hacerse cargo del Consulado muy pronto notó dos cosas. La primera, que los únicos intereses que tenían los lugareños encargados del comercio era su propia ambición de comprar a cuatro para vender a ocho, como él afirma en su Autobiografía, a lo que podemos agregar la vinculación de la mayoría de ellos con el contrabando. La segunda, la falta de gente idónea para lograr sus fines.

Es aquí donde podemos hacer una disquisición que nos viene de las neurociencias y de la sociología y que tiene que ver con la toma de decisiones. En este caso, lo primero que se hace es el reconocimiento del medio, o dicho de otro modo el reconocimiento del campo, tal como lo concibe Bourdieu.
Que generalmente se presenta como constituido por un sistema de fuerzas en tensión, en donde hay una que sustenta la hegemonía, que, en este caso, como ya hemos señalado es el catolicismo y sus contenidos objetivos y simbólicos.
El joven Belgrano realiza este reconocimiento a partir de su hábitus logrado en Europa. Luego de esto se da la evaluación y luego la toma de una decisión. La pregunta que debemos hacernos es por qué decidió lo que decidió. Ya veremos.
De Quesnay, que era médico, había aprendido que los fenómenos económicos son, al igual que los del cuerpo humano, fenómenos dinámicos complejos. Cuyas partes se influyen mutuamente, como expone el francés en su famoso libro Tablas económicas.
Así es que, para Manuel Belgrano, su objetivo principal era el bien común, al modo liberal y no los fines individuales de la mayoría de sus conciudadanos. Por lo tanto, para él la economía fue una totalidad integrada por la agricultura, la industria y el comercio puestos al servicio de la comunidad.
Dijimos que Manuel Belgrano hubiese podido seguir otro camino más fácil, uno que no se opusiera al deseo de los ricos comerciantes. El no hacerlo, por supuesto, le trajo serios conflictos familiares. Aunque su padre, Domingo Belgrano, murió en 1795.
Domingo Belgrano, según demuestra Jorge Gelman en su libro De mercachifle a gran comerciante, era un hombre astuto, inteligente e inescrupuloso. Había logrado abrirse paso desde humildes funciones militares, pasando por otras oficiales administrativas hasta llegar a constituirse como una figura independiente bajo el rol de gran comerciante. Compraba y vendía desde medias, yerba mate, cueros, ganado, telas y principalmente esclavos. Había logrado una de las fortunas más grandes de Buenos Aires gracias al monopolio y sus vinculaciones con el contrabando. Era la encarnación perfecta de lo que su hijo, Manuel Belgrano, dice criticando a los comerciantes virreinales.
La figura del padre real, como suelen afirmar los lacanianos, no coincidía con lo recibido a través de la leyenda familiar paterna.
Don Domingo, aparte de ser un hombre de la misma laya que los demás comerciantes, se había involucrado en una estafa que lo llevó a la cárcel y a la pérdida, por una orden legal, de todos sus bienes. Si bien, tardíamente, pudo ser sobreseído y recuperar parte de su fortuna. Desde España, Manuel luchó decididamente a su favor en lo que tuviera que tramitarse allí.

Si consideramos lo que tiene que ver con lo inmediato, con el entorno y con sus usos, podremos comprobar que en Manuel Belgrano se dará un cambio de visión notable.
Según él mismo lo dice, su nombramiento como secretario del Consulado le causó una gran esperanza con lo que se podría hacer.
Las personas que encontró al volver eran sus familiares, sus amigos, y muchos de los que había conocido y tratado antes de marcharse.
Pero él comenzó a ver las cosas de un modo distinto a todos ellos. Su capital cultural y simbólico hizo que resignificase todo.
Percibió las carencias del campo al que ingresaba y pudo llegar a ver la realidad social de su momento y también someter a la crítica la figura de su propio padre. Y comprobar que su enorme fortuna no provenía de la agricultura en combinación con el trabajo, sino de especulaciones financieras, tanto legales como ilegales.
Dada su elaborada visión, lo primero que vio, con respecto al medio (y que debió afrontar), fue la carencia de saberes, habilidades y oficios.
Las enseñanzas impartidas por el colegio San Carlos no preparaban a nadie para las tareas administrativas que ahora se requerían. El silogismo no sirve para llevar una contabilidad o para diseñar un barco.
Si leemos, ya desde sus primeras Memorias, a las que estaba obligado rendir sobre su actividad en el Consulado a las autoridades españolas, vemos cómo sus ideas sobre la agricultura, la industria y el comercio le llevan a proponer la creación de escuelas de comercio, de dibujo técnico, de náutica, de matemáticas, de hilanza, acompañados de escuelas públicas gratuitas. Dice en su Autobiografía:

Me propuse al menos echar las semillas que algún día fuesen capaces de dar frutos, ya porque algunos estimulados del mismo espíritu se dedicasen a su cultivo, ya porque el orden mismo de las cosas las hiciese germinar.

Este fragmento es sumamente importante. En él, como vemos, se asume metafóricamente como un sembrador que arroja las semillas, capaces de dar frutos. Es notorio y evidente que estos frutos pueden ser eso que se cifra en su nombre, el decir: el trigo. Que toma ahora el significado de espléndidos logros futuros.
También podemos observar que esta germinación puede darse por causas externas imprevisibles, idea muy afín con sus idea fisiocráticas. Por último, es indudable que aquí Manuel Belgrano se asume bajo una de las formas del padre mítico.
Este cambio de perspectiva es fundamental. No es solo un cambio moral sino un auténtico giro copernicano con la intención de instaurar nuevos paradigmas intelectuales, que superen la ideología oficial vigente, marcadamente encerrada en cánones conservadores católicos.
De lograrse esto, no solo se introducirían nuevos paradigmas culturales, sino que darían la posibilidad para que emerjan sujetos capaces de lograr los cambios reales.
Su capital simbólico le permitió reelaborar los conceptos de libertad e igualdad más allá de meras ideas románticas e individualistas y le posibilitó una visión real del campo en el que debía entablar su lucha. Dice en uno de sus escritos de 1810:

He visto con dolor sin salir de esta capital una infinidad de hombres ociosos en donde no se ve otra cosa que la miseria y la desnudez.

Para luego hablar de:

los miserables ranchos donde ve uno la multitud de criaturas que llegan a la edad de pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad.

Retengamos con particular atención este texto de la Memoria de 1797 del Consulado:

el sexo femenino, sexo en este país, desgraciado, expuesto a la miseria y desnudez, a los horrores del hambre y estragos de las enfermedades que de ella se originan, expuestos a la prostitución, de donde resultan tantos males a la sociedad, tanto por servir de impedimento al matrimonio, como por los funestos efectos con que castiga la naturaleza este vicio, expuesto a tener que andar mendigando de puerta en puerta un pedazo de pan para su sustento.

Si bien es cierto que estas nuevas perspectivas no son todavía revolucionarias, en su mente comienzan a darse oposiciones notables. Por un lado, su fidelidad a la corona española y por otro sus ideas renovadoras.
La prueba de lo primero lo comprobamos en el hecho que cuando los ingleses, en su primera invasión (1806), exigieron que tanto los funcionarios españoles como criollos juraran fidelidad a la corona inglesa, Manuel Belgrano se refugió en el Uruguay para no hacerlo.
En cuanto a lo segundo, vio como sus intentos renovadores fueron permanentemente rechazados por la oposición de sus compañeros (miembros del Consulado), por el Cabildo y por la misma corona española que comprendió lo peligroso de estos proyectos, a tal punto que le ordenó cerrar las escuelas que había logrado instalar.
Así es que la chispa de la independencia se fue abriendo paso en su mente, dado que de parte de los españoles nada podía esperar.
Es en este momento que comienza a encontrar apoyo en un grupo de jóvenes que habían sido ganados por las ideas renovadoras; logradas en algunos de ellos, por sus estudios universitarios, y en otros por ese contrabando cultural que ya mencionáramos.
En su primo Juan José Castelli —que sería su mano derecha en el Consulado—, en Mariano Moreno, Hipólito Vieytes, Domingo French, Antonio Berutti, Juan Larrea y otros, encontró colaboradores dispuestos a llevar adelante sus ideas. Y comenzaron a funcionar secretamente, al modo de los masones.
Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos no lograba más que fracasos.
No nos interesa aquí hacer el recuento de sus vicisitudes, sino mostrar su evolución subjetiva. Es por eso por lo que pasaremos a dar los siguientes testimonios.
Hay en su Autobiografía textos notables que nos permiten entrar en sus procesos mentales de un modo más profundo. Y que confirma nuestra observación anterior sobre los cambios:

he ahí que sin que nosotros hubiésemos trabajado para ser independientes, Dios mismo nos presenta la ocasión con los sucesos de 1808 en España y en Bayona. En efecto, avívanse entonces las ideas de libertad e independencia en América y los americanos empiezan por primera vez a hablar con franqueza de sus derechos.

Y también:

Mas si se recuerda el deplorable estado de nuestra educación, veo que todo es una consecuencia precisa de ella, y sólo me consuela el convencimiento en que estoy, de que siendo nuestra revolución obra de Dios, él es quien la ha de llevar hasta su fin, manifestándonos que toda nuestra gratitud la debemos convertir a S. D. M. y de ningún modo a hombre alguno.

En estos textos vemos cómo sus ideas religiosas están presentes. Que según nuestra interpretación tiene que ver, como ya señaláramos, con el aporte materno.
Sí. Belgrano fue un hombre religioso, apegado a las formas rituales del culto, hasta el grado de instaurar en sus tropas prácticas muy estrictas de moral y liturgia. Llegó a nombrar a la Virgen, generala de su ejército. Con lo cual está en consonancia con la primera forma de protección materna.
Pero si observamos detenidamente esto, veremos que su idea de Dios no es la misma que la aprendida en su infancia, en la que este Dios estaba casi siempre al lado de los reyes y de los padres. El Dios de Belgrano es un Dios democrático que quiere la libertad del hombre y mueve sus hilos para favorecerlo. Es un Dios abstracto y activo. Ya veremos cómo bajo la forma de Jesús tendrá otra importancia.
No hay ninguna dificultad, entonces, en afirmar que su Dios es el Dios que conciben las logias masónicas.
En cuanto a su idea de igualdad la podemos comprobar en su propuesta de crear una monarquía encabezada por un inca.
Nos queda por contestar por qué Belgrano eligió enfrentarse al régimen español y en consecuencia, a su padre real.
Imaginemos que al ocupar su cargo en el Consulado se hubiese adaptado a los deseos de no innovar, que en definitiva era lo que casi todos querían.
Sus conocimientos musicales y literarios, su elegancia y sus relaciones familiares, le daban las condiciones para ser uno de los jóvenes más brillantes y codiciados por las niñas casaderas y sus familias de similares condiciones raciales.
Hubiese podido muy bien integrarse plenamente al mundo de su padre.
En este caso hubiese tenido que echar por la borda todos sus ideales de juventud y todos los saberes adquiridos de economía, de agricultura y de política liberal. Sus conocimientos de derecho le hubiesen bastado para dirimir pleitos menores que no chocasen con los fundamentos del régimen vigente. Por ese camino hubiese llegado a ser mucho más rico que su padre.
Es evidente que el joven Manuel no transitó por ese camino. Su inteligencia y su formación intelectual lo predisponían para otra cosa. Prefirió frecuentar lugares pequeños y secretos, como la jabonería de Hipólito Vieytes, donde se reunían para conspirar.
Pero, aquí se hace necesario mencionar un factor que, junto a los otros, va a marcar toda su vida. Traía de Europa una enfermedad fatal que contribuyó a que toda su vida social se viera afectada, y que con frecuencia le obligaría a tomar largas licencias por enfermedad. Distinguidos médicos locales como Miguel O’Gorman y el licenciado José Ignacio Atocha, el 16 de noviembre de 1796, diagnosticaron su afección como vicio sifilítico, prescripción que hasta hoy se sigue discutiendo.
Pensemos lo que puede sentir alguien afectado con semejante diagnóstico, independiente o no de que sea verdadero o falso. Seguramente culpa, miedo y vergüenza, que lo llevarían a apoyarse en la religión como modo compensatorio. Recordemos el fragmento de la Memoria de 1797.
Lo cierto es que Belgrano padeció enfermedades a lo largo de toda su vida.

Aquí es donde debemos hacer nuevamente un alto reflexivo.
Trataremos de ahora en más, de mostrar como su nombre pudo haberle dado un reconocimiento de sí mismo, a la manera de un espejo
Las neurociencias nos dicen que en toda toma de decisiones entran dos factores, uno de carácter emocional y otro de carácter racional. Visto de este modo resulta clara la situación de Belgrano: por un lado, los temores y sentimientos creados por su enfermedad y, por otro, su inteligencia y todo lo aprendido en Europa.
Ya hemos visto cómo a partir de su hábitus pudo evaluar la situación que encontró en Buenos Aires a su regreso y lo que se propuso para superarla.
Ya hemos visto, también, su concepción de Dios, transformada por las ideas liberales y masónicas.
Lo que debemos tener en cuenta, ahora, por el lado de lo divino es su adhesión a una forma femenina, como es el culto a María.
Lo que vamos a exponer en este momento tal vez no resulte tan extraño si recordamos el caso de Freud conocido como Botticelli-Signorelli, al cual me remito, pues juegan allí factores que tienen que ver con las relaciones de los nombres entre sí, sus desplazamientos, reemplazos y construcción de significados.
María es el nombre de su madre. A quien por su segundo nombre, Josefa, él se halla ligado también por su segundo apelativo: José.
Así es que por José está ligado lingüísticamente a la función primaria materna que corresponde a la etapa preedípica.
Pero esta madre real y de función protectora se verá desplazada en la batalla de Tucumán por la María celestial y guerrera.
¿A qué se debe esta transposición anagógica de la función materna? Sin duda a la necesidad de amparo provocada por el peligro de muerte.
Ya hemos visto cómo la figura del padre, sometida a los análisis que le permiten hacer su hábitus, resulta una figura negativa. Totalmente opuesta a la del antepasado mítico.
La relación de Belgrano con el culto a María le viene desde la infancia. Sus padres estaban ligados a la orden de los dominicos, a cuyo terciarios su padre y él pertenecieron y que, como se sabe, esta orden es una de las propagadoras del rosario, práctica eminentemente mariana.
A su regreso a Buenos Aires todas las sesiones del Consulado que presidió se iniciaban bajo la advocación de María.
Siempre que pudo, destacó su aspecto maternal y sobre todo el carácter mediador que ella tiene frente a su Hijo Jesús.

En cuanto a sus funciones militares, ya hemos señalado su exagerado celo religioso, que consistía en imponer a sus soldados una moral que excluía el trato con mujeres, el juego y el alcohol. Y entre otras prácticas religiosas impuso el uso de escapularios y el rezo del rosario.
Batalla de Tucumán
(Campo de las Carreras, al sur de la ciudad)
óleo de Francisco Fortuny
La batalla de Tucumán tiene un valor especial porque gracias a ella alcanza su máxima manifestación visible algo que viene sucediendo en Manuel Belgrano.
En Jujuy, ante la precariedad de sus fuerzas, ha ordenado retroceder. Pío Tristán, el general al que debe enfrentar, posee una fuerza de más de 3000 hombres y él apenas 1500.
Es así como los realistas comienzan una persecución que concluirá el 24 de septiembre de 1812, día de la Virgen de la Merced, cerca de la ciudad de Tucumán. Cosa notable, en esta fecha se cumple un aniversario de la muerte de su padre.
Belgrano, según cuenta la tradición, estuvo orando largo tiempo ante el altar de la Virgen pidiendo la realización de un milagro. El historiador Vicente Fidel López confirma en el tomo IV de su Historia de la República Argentina:

El general Belgrano, católico ejemplar que creía en la divinidad y en los milagros de la Virgen de las Mercedes, pero que no era clerical ni ultramontano, sino realista y patriota…

La batalla tuvo un desarrollo donde no faltaron hechos extraños, como la aparición de una oleada de langostas, que en un momento cubrió totalmente el cielo. Pero, debido a los errores tácticos de ambas partes, el resultado fue sorprendente.
Pío Tristán, creyó, como era lógico, haber triunfado y Belgrano tuvo la certeza de haber sido vencido. Pero ambos estaban equivocados. A medida que los oficiales venían con noticias, se pudo comprobar que el triunfo había favorecido al ejército patriota.
 A los pocos días Belgrano organizó una ceremonia ante la imagen de la Virgen, ceremonia en que la nombró generala de su ejército y le depositó su bastón de mando. Y según cuentan testigos se le oyó decir que el triunfo había que agradecérselo a la Virgen y no a él. Como era natural que así sucediera.
No escapará a los lacanianos las múltiples posibilidades interpretativas de este acto. Incluido un sentido fálico. Nosotros tomaremos para nuestra interpretación que, así como antes de la batalla de Tucumán rogó por un milagro, durante toda su vida esperó algo similar con respecto a su enfermedad. Que dado el conflicto con la figura paterna se encausó por el lado materno. De no ser así podía haber optado por figuras masculinas como la de Cristo o de los santos. Y es aquí donde el carácter de espejo de los nombres alcanza su más alta función especular.
Cristo aparece dos veces en su nombre: en Manuel y en del Corazón de Jesús.
Fue el profeta Isaías quien en el Antiguo Testamento anunció:

por eso, el Señor mismo les dará una señal: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarás Emanuel. (Is. 7: 14)

Y en el Evangelio de Mateo encontramos:

Y dará a luz un hijo, y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: he aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y lo llamarás Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. (Mat. 1: 21 a 24)

Si bien es cierto que los dos nombres, en la versión católica, son sinónimos y se refieren a la misma persona, los teólogos consideran sin embargo que Emanuel hace referencia al carácter mesiánico y Jesús a su calidad más de persona.
Visto de esta manera podemos decir que estos nombres fueron el espejo que tuvo Belgrano para constituirse,
Por el lado de Emanuel se forjará como un mesías, pero no en el sentido cristiano, sino a la manera judía para la cual un mesías es un hombre especial, cuya misión es liberar a su pueblo de la servidumbre extranjera.
En cuanto al nombre de Jesús, podemos decir que en esta imagen está representado todo su drama. No es la imagen del Mesías cristiano, es la imagen de un ser doloroso cuyo corazón esta coronado de espinas, sin dudas metáfora de sus sufrimientos.
Una pregunta que nos parece pertinente es cómo pudo llegar, Belgrano, a conocer estos nombres y sus probables sentidos. En primer lugar, por el ámbito familiar, que a su vez lo debe haber tomado de las órdenes o organizaciones religiosas del lugar.
No es raro que alguna vez haya preguntado o le hayan explicado el porqué de estos nombres, especialmente el de del Corazón de Jesús.
Veremos, entonces, cómo, desde su casa a la universidad pudo tener esos conocimientos. No olvidemos que en el colegio San Carlos se estudiaba latín y teología y por último el tema de los nombres en Salamanca era o había sido un tema que circulaba por allí.
Uno de sus más famosos doctores había escrito una obra al respecto.
Nos referimos a fray Luis de León y a su tratado De los nombres de Cristo.
La figura de Fray Luis nos resulta particularmente interesante por ser un converso y por ser traductor al castellano del libro del Cantar de los Cantares. Por lo cual fue denunciado ante la Santa Inquisición y puesto en prisión durante cinco años, porque estaba prohibido traducir y leer la Biblia en español. La Biblia debía ser leída en latín por gente culta y autorizada. Pero el hereje Lutero la había traducido al alemán, con lo cual podían leerla gentes del común sin formación que seguramente podrían interpretarla de cualquier modo. De aquí en adelante la iglesia prohibió en todos los países las traducciones vernáculas. Las penas fijadas por la Inquisición fue la de quemar por herejes a los traductores y poseedores de los textos. No obstante, comenzaron a circular versiones clandestinas.
Sabiendo esto podemos calcular las posibilidades que pudo tener Belgrano para llegar a saber sobre sus nombres.
Los mismos constan de tres términos: Manuel, corazón y Jesús.
La unión de corazón y Jesús no cabe duda de que fue realizada por su familia en la infancia, tal vez, mediante el relato de sus apariciones a santa Margarita en 1673, en donde Jesús mostraba su corazón doliente, del que había brotado agua y sangre.
La unión de Manuel y Jesús fue más tardía, para lograrlo tuvo que conocer el texto de Mateo que ya citamos. En este caso las posibilidades son tres: 1) o lo leyó en la Vulgata (con su latín aprendido en el colegio San Carlos); 2) o, en alguna versión castellana por entonces clandestina (vgr. la de los jerónimos Reina-Valera, Ámsterdam, 1602); 3) o bien alcanzó a leer la del benedictino Anselmo Petite. Esta última traducción al castellano (autorizada el 7/1/1783 por la Inquisición) fue publicada en Valladolid por Vda. de Santander en 1785, un año antes de su llegada a España. De todos modos, recordemos que tendría autorización papal de leer libros herejes desde el 11/7/1790 o, mejor dicho, desde agosto de 1790 cuando recibió el documento vaticano.
No sabemos, a ciencia cierta, si Belgrano pudo llegar a integrar Manuel y Jesús, pero sí es altamente probable que la figura del Jesús doliente lo haya impactado.

En cuanto al texto De los nombres de Cristo, recordemos que en esta obra el eminente poeta y teólogo descifra catorce de los nombres de Cristo con que se lo designa en las escrituras.
Quienes quieran aventurarse en la lectura de este texto se encontrarán que es una obra de capital importancia y que ha influido poderosamente en el desarrollo posterior.
Luis de León era un cristiano nuevo. Por lo tanto, no escapará a nadie que está influido por la cábala judía en donde el problema de los nombres es de capital importancia, especialmente el nombre de Dios,
Pero no solo este nombre le preocupa a fray Luís, sino también el nombre secreto de los hombres. En el libro del Apocalipsis (Ap. 2:17) encuentra un fundamento. Escribe:

Y por esto dice San Juan, en el libro del Apocalipsis, que Dios a los suyos en aquella felicidad, además de que les enjugará las lágrimas y les borrará de la memoria los duelos pasados, le dará a cada uno una piedrecilla menuda, y en ella un nombre escrito, el cual sólo el que la recibe le conoce.

Como varios sospecharán, su influencia sobre Borges es notoria. Y por lo tanto se podrá comprender mejor el título de este trabajo y su epígrafe borgeano.

Ahora podemos entrar de lleno a tratar de comprender los procesos que determinaron la conducta de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano González.
Como hemos visto son múltiples los factores que hemos tratado de rastrear y muchas las preguntas que podríamos hacernos. Pero elegiremos tan solo algunas que consideramos fundamentales.
Factores que tienen que ver con lo psicológico, lo familiar y lo histórico
Desde lo psicológico podemos preguntarnos qué hubiese pasado si Belgrano no hubiese tenido los sentimientos de culpa, miedo y vergüenza que lo aislaron del galanteo normal que su medio le ofrecía con fáciles conquistas o con fines matrimoniales. No obstante, Manuel Belgrano tuvo dos hijos, ni ellos ni sus madres tuvieron huellas sifilíticas, lo cual da pie para que algunos aleguen que ese no era el origen de su enfermedad, pero hay otros, fundamentando razones médicas, opinan lo contrario. Lo innegable es que esos amores y esos hijos fueron secretos. Lo cierto es que la enfermedad lo acompañó durante toda su vida.
Desde el punto de vista familiar qué hubiera sucedido si su familia hubiese sido española, gente de a caballo, para quién la agricultura era propia de gentes sin linaje.
¿Qué hubiese sucedido históricamente si en España se hubiesen impuesto las ideas de Campomanes y Jovellanos, y todos sus proyectos hubiesen sido aprobados?

Teniendo como trasfondo estas preguntas es que podemos intentar dar una respuesta.
El hecho de pertenecer a una familia italiana con una leyenda o historia donde el fundador y creador del apellido tiene como características ser soldado y agricultor, lo preparó para aceptar plenamente las teorías económicas de Quesnay; a las que unió las teorías de Adam Smith, las teorías liberales de la Revolución francesa y el derecho que configuraron su hábitus, que le permitió reconocer la realidad no solo social sino también familiar.
Por otro lado, la enfermedad que traía, que determinó un diagnóstico tan contundente, acertado o no, lo preparó para una vida más bien aislada o solitaria y cuidadosa en cuanto al trato femenino. Y lo inclinó a buscar en la religión una solución para su problema.
Su notorio conflicto con la figura paterna real, tan distinta del arquetipo, lo indujo a buscar ayuda en el culto a la Virgen María. Lo confirma Vicente Fidel Lopez cuando dice:

El general Belgrano, católico ejemplar que creía en la divinidad y en los milagros de la Virgen de las Mercedes.

Una alternativa que pudo optar, desde el principio, fue apoyarse en su enfermedad para hacer lo mínimo e integrarse a la sociedad tal como estaba. Pero eligió lo contrario. Avalado por el arquetipo ideal prefigurada por lo dicho por aquel otro Manuel (Feliz el país que tiene hijos como tú, capaces de defenderlo en la guerra y de enriquecerlo en la paz), se determinó a asumir su rol militar cuando fue necesario, con la esperanza que los trigales florecieran en su patria.
Así como la batalla de Tucumán nos lo ocultan y revela, hay otro momento significativo que nos lo mostrará tal como es.
Meses antes de los acontecimientos de Tucumán, a Belgrano le habían encargado la custodia del río Paraná. Así es que se instaló en la Villa del Rosario. No escapará a nadie la connotación religiosa que este lugar puede tener para él, de un modo consciente o inconsciente. Y fue precisamente en este lugar en donde rompió definitivamente con España y todo lo que ella representaba. Un 27 de febrero izó por primera vez la bandera argentina. Y como si fuera poco creó dos baterías cuyos nombres son el mejor manifiesto político, que hasta hoy nos alcanza; Libertad e Independencia.

A modo de conclusión
Decíamos más arriba que la relación de un nombre con lo nombrado podía ser una relación mágica, de tal modo que un nombre al ser manipulado le daba al manipulador un poder, como postula la cábala. También mencionamos la teoría de que no hay ninguna relación entre el nombre y lo nombrado.
Pero asimismo mencionamos una tercera posibilidad que habría de ser la teoría de que los nombres son configuraciones diacrónico-sincrónicas, que sería la adoptada por nosotros.
Así es que lo largo de nuestro trabajo hemos tratado de mostrar cómo los nombres pueden influirnos de múltiples maneras en los procesos mentales o cómo también pueden llegar a contribuir en la marcha histórica gracias al pensamiento y la acción de los hombres.
Con Manuel Belgrano hemos tenido la oportunidad de encontrar un caso excepcional.
Por la etimología de su apellido y todo lo referente al arquetipo ancestral, transmitido por su familia, pudo llegar a conocer y aceptar como suyas las teorías económicas y sociales de su época. Por el lado de la unión de los significantes Corazón y Jesús, pudo reconocerse enfermo. Por el lado de la unión de lo significantes Manuel y Jesús, es probable que haya logrado unirlos. No lo sabemos. Lo que sí es cierto es que en el significante Manuel se cifra su parte militar y en Jesús su lado sufriente. Y ambos unidos a Belgrano nos muestran las claves para entender su vida y la magnitud de su esperanza representada en las tres espigas de su escudo familiar.
Comenzamos borgeanamente, con humildad queremos terminar de la misma manera.

Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en el nombre Belgrano está Belgrano
que nos marca el camino con su trigo.


Fuentes orales
González, Rosa. Mi abuela materna, que me contaba la historia del alférez Francisco González, su abuelo, que había sido soldado de San Martín en todas sus campañas.
Llorca Bosco, María Isabel. Mi esposa, la memoria viviente de la familia Bosco, a quien los familiares suelen pedirle información sobre los parentescos.
Romano, Agustín. Mi padre, que solía contarme sobre el origen de nuestro apellido, que le había contado su padre.
Romano, Mariano. Mi abuelo, que con frecuencia hablaba de que su padre y su abuelo habían sido de los carbonari siciliani (carbonarios sicilianos); que yo, en mi inocencia, creí que eran de oficio carboneros. Mucho más tarde, me enteré que eran miembros de una sociedad secreta revolucionaria de tipo masónica.
Seguidamente, ofrezco una bibliografía de consulta, señalando que para llevarla a cabo me fue de gran ayuda la colaboración de mi amigo Héctor Zabala.
Agustín Romano

Biblografía
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• Sobre la tradición del origen del apellido Belgrano, ver: