BELGRANO O LO QUE SE CIFRA EN EL NOMBRE
Agustín
Romano ©
Señores, yo estoy cantando
Lo que se cifra en el nombre.
Borges
En
1794 Manuel Belgrano llegó de España con el propósito de instalarse en el Río de
la Plata. Según
nos dice Mitre en la biografía que le dedica: era joven (tenía 24 años), era
hermoso y era rico. Se le abrieron todas las puertas. Era hijo de uno de los
comerciantes más ricos y poderosos del virreinato.
Traía el mandato de la corona española de organizar
una institución todavía inexistente aquí, el Consulado. Sin duda el deseo de
sus mandantes era controlar de un modo más eficiente el comercio monopólico que
habían instalado, pero que gracias al contrabando de los ingleses y otros
países europeos se veía seriamente afectado.
Sin embargo, esta doble economía había logrado hacer
de Buenos Aires una ciudad próspera en donde comerciantes, funcionarios del
virreinato y la misma Iglesia gozaban de un notable bienestar económico. Su
propia familia era una de las más favorecidas por tal situación.
No resulta difícil pensar que al joven abogado le
hubiese costado muy poco hacer de aquella institución un organismo burocrático
y venal como los ya existentes. Como era, seguramente, el deseo de todos.
Pero las cosas sucedieron de otra forma. Nuestro propósito
es indagar por qué. Lo haremos a partir del desciframiento del nombre del
flamante doctor.
Nos valdremos para este fin de metodologías que a
muchos les parecerán extrañas, a otros poco pertinentes, a varios un intento de
pretender estar en consonancia con ciertas modas psicoanalíticas y no faltarán
quienes lo consideren un juego meramente literario, al modo borgeano, dado que
dice Borges:
Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de ‘rosa’ está la rosa
y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.
Así que podríamos imaginar que en las letras de
B-e-l-g-r-a-n-o está Belgrano. Recordemos que era hijo de Domingo Belgrano Peri
(castellanizado Pérez) y de María Josefa González. Su nombre completo era Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús
Belgrano González.
Manuel Belgrano óleo de François-Casimir Carbonnier (Londres 1815) |
Pero antes se hace necesario preguntarnos qué son los
nombres y cuál es su relación con aquello que nombran.
Fue Platón, en su diálogo Crátilo, el que trató por primera vez el asunto, donde plantea un
problema que ha mantenido en vilo a la humanidad hasta nuestros días. Infinidad
de pensadores y artistas trataron el tema, como Cervantes o Shakespeare. Pero
bástenos nombrar algunos modernos, aparte de Borges, para comprobar su vigencia
actual: Foucault, Frege. Russel, Wittgenstein, Lacan, Louis Carroll, García
Márquez, Umberto Eco.
Y son muchas las soluciones que se han dado, por lo
cual resulta imposible desarrollar aquí el tema como sería pertinente.
Tomaremos, sin embargo, una solución rápida: para el
concepto de nombre entenderemos que es una designación verbal que se les da a
las personas, animales, plantas, lugares o cosas.
En cuanto a su relación con lo nombrado, tomaremos
tres posibilidades. La primera es la que establece una relación íntima y de
carácter mágico, como propone, por ejemplo, la cábala judía. La segunda la que
considera esta relación como algo puramente arbitrario. Y la tercera es la que
seguiremos nosotros, que denominaremos de configuraciones
dinámico-diacrónicas y que se mostrará a lo largo de este trabajo.
Partamos del matrimonio Belgrano-González. Este tipo
de matrimonio ítalo-argentino fue y es muy común en nuestro medio y a simple
vista no parece decirnos mucho. Sin embargo, encierra un trasfondo que haría
las delicias de un Lévi-Strauss.
Lo primero que podemos decir, desde un punto de vista
semejante a este autor, es que es un tipo de matrimonio permitido por las leyes
virreinales vigentes, a diferencia de otros que estaban prohibidos.
Para entender esto debemos considerar una ley o
estatuto que desde muy antiguo primó en la sociedad española, los estatutos de limpieza de sangre.
Esta concepción se basa en que es a través de la
sangre que se heredan los principios éticos fundamentales como son el honor, el
sentido del deber, la lealtad y otras características que se consideran propias
del cristianismo católico.
Es necesario, además, distinguir que no es lo mismo el
antijudaísmo que el antisemitismo. El primero es una consideración religiosa
cuyos inconvenientes pueden subsanarse con una conversión. El segundo es mucho
más grave, en tanto tiene que ver con lo racial. De este modo los judíos
conversos no dejaban de ser peligrosos en tanto que, si se mezclaban, su “sangre
baja o impura” degradaría a los verdaderos cristianos viejos.
Así es que, a fin de impedir esta contaminación, se implantó
—para poder casarse, ocupar cargos importantes, ingresar en el ejército o en
funciones eclesiásticas, estudiar en universidades importantes o simplemente
trasladarse a América— comprobar la
limpieza de sangre. Es decir, demostrar que por seis generaciones no se
tenían antepasados judíos, árabes o de cualquier otra “raza baja o impura”,
como se decía por entonces.
Domingo, que se había naturalizado español, tuvo que
pasar esta prueba. Gracias a esto pudo venir a Buenos Aires, donde se casó con
una niña en igualdad de condiciones de “pureza de raza”.
Si observamos los nombres de Domingo y María Josefa, es
fácil verificar que son nombres de cuño católico, muy común entre los españoles:
Domingo es el día en que los
cristianos honran a su Dios, María es
el nombre de la Virgen
y Josefa es una transformación de
José, su esposo.
Esta preferencia por nombres de carácter religioso lo
podemos comprobar en los dieciséis hijos que tuvo la pareja. En todos los
nombres de los hijos, menos en uno, están presentes los nombres de María o de
José, o ambos. En nueve de ellos se repite el nombre de José y en cinco el de
María.
De esta manera de nombrar a sus hijos, podemos deducir
algunas conclusiones. La primera es que estamos en un medio cultural en que
predomina el catolicismo. La segunda, que la familia está muy integrada a este
medio y/o quiere afirmar su limpieza de sangre. No se nos escapa que esto se
logra preferentemente gracias al nombre materno. Luego volveremos sobre este
particular.
Si analizamos el nombre Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús, es fácil comprobar que
todos estos nombres responden a las características ya señaladas: Manuel (derivado del hebreo Emmanuel) es uno de los nombres de
Cristo, José el de su padre adoptivo,
Joaquín el del padre de María y qué
decir de la combinación del Corazón de
Jesús.
Somos conscientes del carácter conjetural de nuestra
tarea. Y además queremos advertir que nos permitimos tomar ciertos tipos de análisis
psicológico inspirado en Freud o en Lacan. O bien, en otros conocimientos
ancilares, como las neurociencias o las teorías de campo de Bourdieu.
Al utilizar este tipo de análisis, deseamos advertir
que lo haremos libremente, en tanto nos sirva para entender ciertos procesos
belgranianos, que es lo mismo que decir que no nos esforzaremos por hacer
entrar a Belgrano en una supuesta ortodoxia propia de Lacan, ni reducirlo a
meras ligazones sinápticas.
Pero consideramos, que antes, es necesario hacer algunas
observaciones previas.
Al analizar el nombre Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano González, podemos
detectar claramente que está dividido en dos zonas manifiestamente
diferenciadas. Por un lado, los apellidos tanto paterno como materno; y por
otro, el de los nombres de pila.
De los dos apellidos, el más importante parece ser el
paterno, como en todos los casos, y esto se debe a la influencia del derecho
romano en donde el páter familias era
el centro alrededor del cual se organizaba la familia y por el cual se
adquirían los derechos civiles. Y que a nosotros nos sirven para organizar
generalmente las genealogías.
Es por este lado, que el apellido nos ubica en una
perspectiva sincrónica; es decir, temporal e histórica.
Esto lo ha sabido captar muy bien Borges cuando en su
poema Al hijo dice;
No soy yo quien te engendra. Son los muertos
Son mi padre, su padre y sus mayores;
son los que un largo dédalo de amores
trazaron desde Adán…
Por el lado del apellido materno, si aceptamos lo que
hemos dicho más arriba, nos ubicamos en una perspectiva de simultaneidades o diacronías.
Desde el lado de los apellidos, como ya hemos visto,
podemos llegar a establecer sus orígenes lingüísticos y armar el árbol
genealógico.
Ascendencia paterna de Manuel Belgrano. |
Inspirados en Lacan tomamos de él la idea del Otro del gran Otro. Es decir, el concepto del nombre
del padre, que para este autor es un lugar vacío en el que pueden caber
múltiples significados, en donde se pueden dar los conocimientos y desde donde
se impone la ley. Para nosotros, es el corredor por donde circula la novela
familiar que se va elaborando de padre en padre. Es un lugar esencialmente
simbólico y de carácter temporal, por donde se reciben un tipo de lenguaje (el
diacrónico) ligado a lo temporal e histórico, a los valores tradicionales y a los
relatos que configuran la novela familiar. Para nosotros es algo colectivo, que
puede ir variando a lo largo del tiempo y cuyas secuencias pueden ser olvidadas
o reemplazadas por otras.
Esta novela le aportará a los Belgrano, como veremos,
la imagen de un antepasado mítico, guerrero y agricultor. Y un símbolo como el
trigo, sinónimo de la belleza y la vida.
Lo que a continuación diremos tiene que ver con las
características fundamentales de nosotros mismos en cuanto seres humanos. Los
estudios de las neurociencias confirman que tanto las funciones diacrónicas
como sincrónicas son posibles gracias a las sinapsis de nuestras neuronas, células
que pueden generar lugares donde nuestros recuerdos quedan registrados.
De este modo, se posibilitan distintos tipos
fundamentales de memorias, como la semántica
y la episódica. Que se pueden
articular con lo imaginario materno y lo simbólico paterno.
En cuanto a la madre, que para Lacan su función es
esencialmente imaginaria, posee más bien un carácter espacial, que tiene que
ver con el primer contacto del lenguaje que nombra lo inmediato, la casa-máquina
para habitar (en el sentido le coubuseriano), la ropa, el orden en el hogar, la
higiene personal, los ritos religiosos, etc.
Sin dudas, gracias a estos nombres, que la pareja puso
a su octavo hijo, es que podemos comprobar mejor lo que venimos diciendo.
Luego de estas consideraciones, la clave más
importante para nuestro propósito es analizar, siguiendo el árbol paterno, el
origen del apellido Belgrano
Cuéntase que a mediados del siglo XVI uno de los
duques de Saboya, llamado Manuel Filisberto, salió a recorrer sus dominios.
De pronto se encontró con un hermoso trigal sumamente
cuidado. Le preguntó a un labrador de quién era ese lugar, a lo que el campesino
le contestó:
—Es mío, señor.
—¿Siempre has sido agricultor?
—No, señor; antes fui soldado. Y el duque dijo:
—Feliz el país que tiene hijos como tú, capaces de
defenderlo en la guerra y de enriquecerlo en la paz.
Y despidiéndose, agregó:
—Bel grano il tuo —aludiendo al esplendor de los
trigales.
Aquellas palabras le deben haber sonado como una
música al buen hombre, llamado Pompeyo, ya que decidió adoptarlas como apellido
familiar, sin saber qué esa música sería historia.
Este suceso quedó en la tradición familiar como uno de
sus orgullos, hasta tal punto que cuando crearon su escudo, en el siglo XVIII,
el apellido aparece simbolizado en forma de tres espigas de trigo. Y si
comparamos este escudo con el de otras familias españolas católicas, podremos
comprobar que en estas no existen símbolos relacionados con la agricultura.
Escudo del apellido Belgrano (en versión original y moderna) |
La pregunta que podemos hacernos ahora es: ¿Si la
familia del padre de Manuel hubiese sido española, habría adoptado un apellido
y un escudo semejantes?
Creemos que no. Veamos.
Es por todos sabido que durante muchos siglos
convivieron en el territorio español las tres grandes religiones monoteístas.
Es decir, los cristianos, los judíos y los moros.
Los cristianos y los árabes se dividieron el
territorio organizando distintos feudos. No así los judíos, pues no hubo ningún
feudo con tales características.
En general las tres religiones convivieron, no sin
conflictos, pero se toleraron bastante hasta los Reyes Católicos. Los judíos se
dedicaban a las tareas jurídicas, financieras y administrativas, los cristianos
a la ganadería y los árabes a la agricultura.
Los feudos de los cristianos y el de los árabes
estaban colocados unos frente a otros, habiendo entre ellos una franja de
tierra, que a veces tenía hasta cien kilómetros. A esta franja se la denominó tierra de nadie. Por ella podía
transitar cualquiera sin problemas. Los árabes se sirvieron de esta tierra para
instalar sembradíos. Por otra parte, los ganaderos cristianos aprovecharon esta
franja para movilizar sus ganados en busca de pastos naturales. Iban de norte a
sur o viceversa, según las épocas del año.
Los ganaderos, para organizar estas tareas, habían
creado un gremio, la Mesta. Y
lograron de la corona el permiso para movilizarse. Cosa que provocó más de un
inconveniente, ya que solían arrasar los sembradíos de los árabes.
Para solucionar este problema se establecieron rutas
fijas, llamadas cañadas, que evitaban enfrentarse. Todo esto funcionó bien
hasta que los Reyes Católicos expulsaron a los judíos y a los árabes. Hecho que
provocó, entre otras cosas, la ruina de la agricultura española.
Y debido a estas medidas extremas, lo que hasta ese
momento había sido una convivencia bastante aceptable, se transformó en odios
raciales que derivaron en la vigencia de los estatutos de limpieza de sangre.
Judíos y árabes pasaron a ser enemigos declarados o conversos sospechosos.
Teniendo en cuenta esto, es que nos aventuramos a
decir que los españoles católicos jamás hubieran aceptado un apellido ligado a
la agricultura, pues esta era la tarea de los, ahora, enemigos.
Pero no así para esta familia de origen italiano, los
Belgrano, para quien un apellido semejante pasó a ser parte de su identidad,
transmitida por la novela familiar, de generación en generación. Las
consecuencias de este orgullo de familia, como veremos, fueron imprevisibles
para sus contemporáneos, pero que nosotros trataremos de mostrar su
importancia.
Desde ahora en adelante, deberemos internarnos en
algunas características biográficas de Manuel
Belgrano, que nos servirán para entenderlo mejor. Iniciamos, pues, la
marcha que nos conducirá a una época de coincidencias que llamaremos zona Omega.
Como todos los niños pertenecientes a su clase social,
aparte de aprender a leer y escribir, recibió una educación católica que lo llevó
a cumplir con sus prácticas y sus ritos. Su principal biógrafo, el historiador
Bartolomé Mitre, observa:
Belgrano creció en años y en inteligencia
bajo el amparo del ala materna,
Luego ingresó en el Real Colegio de San Carlos. Allí,
Manuel logró su título habilitante para ingresar en alguna universidad.
Este colegio había sido fundado por Vértiz, por
entonces gobernador de Buenos Aires, debido al vacío educacional creado por la
expulsión de los jesuitas. Sus materias eran el latín, la teología, la filosofía
y la gramática. Su materia fuerte era la lógica, de duración anual. Aclaremos
que esta lógica tenía que estar basada en la dialéctica platónica o en el
silogismo aristotélico, con el agregado de algunas innovaciones o variantes
medievales, como el tomismo.
Era norma de la época que los únicos que podían
recibir educación eran los hijos varones de las familias notables y de raza
blanca. Es decir, regían allí los famosos estatutos.
Esto tengámoslo en cuenta para lo que vendrá.
Sus padres decidieron mandarlo a estudiar a España.
Allí ingresó en la
Universidad de Salamanca donde se recibió de abogado, para
luego doctorarse en la
Universidad de Valladolid.
Tengamos en cuenta que en ambas casas de estudio regían
los estatutos de limpieza de sangre desde 1522. A este respecto, Manuel no tuvo
ningún problema.
Belgrano fue un alumno brillante que gozó de la plena
confianza, tanto de la universidad, del gobierno, como de la Iglesia , dado que el papa
Pío VI le otorgó el permiso para leer cualquier tipo de libros, incluidos los
de los herejes.
En el tiempo de la estadía de Belgrano en España, en
Europa se estaban dando cambios fundamentales que trasformarían el mundo. Los
parisinos produjeron la llamada Revolución
francesa bajo las consignas de libertad,
igualdad, fraternidad.
Mientras tanto los británicos estaban desarrollando la
revolución industrial.
Adam Smiith (1723-1790) economista |
Belgrano nos cuenta en su Autobiografía:
Como en la época de 1789 me hallaba en
España y la revolución de Francia hiciese también variación de ideas, y
particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de
mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad.
En las tertulias que solía frecuentar, se fue
compenetrando del pensamiento de Campomanes, Jovellanos y otros liberales
españoles.
Eran tiempos en que por todos lados se filtraban las
ideas de Rousseau, Voltaire y Montesquieu. Según dice José ingenieros en La evolución de las ideas argentinas, no
solo se estaban difundiendo por toda Europa, sino que iban llegando al país mediante
un segundo contrabando, el de las ideas, en forma de libros introducidos
clandestinamente por los masones.
François Quesnay (1694-1774) economista y cirujano |
Es aquí donde se da esa zona Omega que anunciáramos más arriba,
Desde 1786 a 1794 se van a fusionar en Manuel Belgrano
la cultura que traía de América (incluidas sus ideas religiosas) con el
derecho, las ideas del liberalismo francés y los conocimientos de las ciencias
económicas.
La intención de utilizar estos saberes explicará todo
lo que intentó hacer en el Consulado, que es, en definitiva, lo que marcó su ingreso
en el campo político.
Fue la corona española, sin que él lo solicitara,
quien le pidió que se hiciera cargo, de por vida, del Consulado del Río de la Plata.
Grande fue la tarea que se le presentaba y poco los
recursos materiales disponibles. Pero, él contaba con medios propios, su
capital simbólico o su hábitus,
entendido en términos de Bourdieu.
Al referirnos a los saberes belgranianos debemos
considerar cinco tipos: el religioso, el
liberal francés, el militar, el jurídico y el económico. Del primero ya
hablaremos más tarde. El segundo será el marco general que orientará toda su
vida. Del tercero, él mismo nos informa de su ignorancia casi total en su Autobiografía. En cuanto al cuarto, si
bien Belgrano nunca ejerció como abogado en forma privada, este saber le fue
muy útil para el manejo técnico de sus funciones en el Consulado. Respecto del
quinto, no cabe duda que su visión le llevó a adquirir conocimientos asombrosos
sobre agricultura, que abarcan todos sus aspectos: desde el modo de sembrar o cómo
usar los abonos, a la manera de distribuir las tierras en enfiteusis.
Al hacerse cargo del Consulado muy pronto notó dos
cosas. La primera, que los únicos intereses que tenían los lugareños encargados
del comercio era su propia ambición de comprar a cuatro para vender a ocho,
como él afirma en su Autobiografía, a
lo que podemos agregar la vinculación de la mayoría de ellos con el
contrabando. La segunda, la falta de gente idónea para lograr sus fines.
Es aquí donde podemos hacer una disquisición que nos
viene de las neurociencias y de la sociología y que tiene que ver con la toma
de decisiones. En este caso, lo primero que se hace es el reconocimiento del
medio, o dicho de otro modo el reconocimiento del campo, tal como lo concibe
Bourdieu.
Que generalmente se presenta como constituido por un
sistema de fuerzas en tensión, en donde hay una que sustenta la hegemonía, que,
en este caso, como ya hemos señalado es el catolicismo y sus contenidos
objetivos y simbólicos.
El joven Belgrano realiza este reconocimiento a partir
de su hábitus logrado en Europa.
Luego de esto se da la evaluación y luego la toma de una decisión. La pregunta
que debemos hacernos es por qué decidió lo que decidió. Ya veremos.
De Quesnay, que era médico, había aprendido que los
fenómenos económicos son, al igual que los del cuerpo humano, fenómenos
dinámicos complejos. Cuyas partes se influyen mutuamente, como expone el
francés en su famoso libro Tablas
económicas.
Así es que, para Manuel Belgrano, su objetivo
principal era el bien común, al modo
liberal y no los fines individuales
de la mayoría de sus conciudadanos. Por lo tanto, para él la economía fue una
totalidad integrada por la agricultura, la industria y el comercio puestos al
servicio de la comunidad.
Dijimos que Manuel Belgrano hubiese podido seguir otro
camino más fácil, uno que no se opusiera al deseo de los ricos comerciantes. El
no hacerlo, por supuesto, le trajo serios conflictos familiares. Aunque su
padre, Domingo Belgrano, murió en 1795.
Domingo Belgrano, según demuestra Jorge Gelman en su
libro De mercachifle a gran comerciante, era
un hombre astuto, inteligente e inescrupuloso. Había logrado abrirse paso desde
humildes funciones militares, pasando por otras oficiales administrativas hasta
llegar a constituirse como una figura independiente bajo el rol de gran
comerciante. Compraba y vendía desde medias, yerba mate, cueros, ganado, telas
y principalmente esclavos. Había logrado una de las fortunas más grandes de
Buenos Aires gracias al monopolio y sus vinculaciones con el contrabando. Era
la encarnación perfecta de lo que su hijo, Manuel Belgrano, dice criticando a
los comerciantes virreinales.
La figura del
padre real, como suelen afirmar los
lacanianos, no coincidía con lo recibido
a través de la leyenda familiar paterna.
Don Domingo, aparte de ser un hombre de la misma
laya que los demás comerciantes, se había involucrado en una estafa que lo
llevó a la cárcel y a la pérdida, por una orden legal, de todos sus bienes. Si
bien, tardíamente, pudo ser sobreseído y recuperar parte de su fortuna. Desde
España, Manuel luchó decididamente a su favor en lo que tuviera que tramitarse
allí.
Si consideramos lo que tiene que ver con lo inmediato,
con el entorno y con sus usos, podremos comprobar que en Manuel Belgrano se
dará un cambio de visión notable.
Según él mismo lo dice, su nombramiento como
secretario del Consulado le causó una gran esperanza con lo que se podría
hacer.
Las personas que encontró al volver eran sus
familiares, sus amigos, y muchos de los que había conocido y tratado antes de
marcharse.
Pero él comenzó a ver las cosas de un modo distinto a
todos ellos. Su capital cultural y
simbólico hizo que resignificase todo.
Percibió las carencias del campo al que ingresaba y pudo llegar a ver la realidad social de su
momento y también someter a la crítica la figura de su propio padre. Y
comprobar que su enorme fortuna no provenía de la agricultura en combinación
con el trabajo, sino de especulaciones financieras, tanto legales como
ilegales.
Dada su elaborada visión, lo primero que vio, con
respecto al medio (y que debió afrontar), fue la carencia de saberes,
habilidades y oficios.
Las enseñanzas impartidas por el colegio San Carlos no
preparaban a nadie para las tareas administrativas que ahora se requerían. El
silogismo no sirve para llevar una contabilidad o para diseñar un barco.
Si leemos, ya desde sus primeras Memorias, a las que estaba obligado rendir sobre su actividad en el
Consulado a las autoridades españolas, vemos cómo sus ideas sobre la
agricultura, la industria y el comercio le llevan a proponer la creación de
escuelas de comercio, de dibujo técnico, de náutica, de matemáticas, de
hilanza, acompañados de escuelas públicas gratuitas. Dice en su Autobiografía:
Me propuse al menos echar las semillas que
algún día fuesen capaces de dar frutos, ya porque algunos estimulados del mismo
espíritu se dedicasen a su cultivo, ya porque el orden mismo de las cosas las
hiciese germinar.
Este fragmento es sumamente importante. En él, como
vemos, se asume metafóricamente como un sembrador que arroja las semillas,
capaces de dar frutos. Es notorio y evidente que estos frutos pueden ser eso
que se cifra en su nombre, el decir: el trigo. Que toma ahora el significado de
espléndidos logros futuros.
También podemos observar que esta germinación puede
darse por causas externas imprevisibles, idea muy afín con sus idea
fisiocráticas. Por último, es indudable que aquí Manuel Belgrano se asume bajo
una de las formas del padre mítico.
Este cambio de perspectiva es fundamental. No es solo
un cambio moral sino un auténtico giro copernicano con la intención de
instaurar nuevos paradigmas intelectuales, que superen la ideología oficial
vigente, marcadamente encerrada en cánones conservadores católicos.
De lograrse esto, no solo se introducirían nuevos
paradigmas culturales, sino que darían la posibilidad para que emerjan sujetos
capaces de lograr los cambios reales.
Su capital simbólico le permitió reelaborar los
conceptos de libertad e igualdad más allá de meras ideas románticas e
individualistas y le posibilitó una visión real del campo en el que debía
entablar su lucha. Dice en uno de sus escritos de 1810:
He visto con dolor sin salir de esta capital
una infinidad de hombres ociosos en donde no se ve otra cosa que la miseria y
la desnudez.
Para luego hablar de:
los miserables ranchos donde ve uno la
multitud de criaturas que llegan a la edad de pubertad sin haber ejercido otra
cosa que la ociosidad.
Retengamos con particular atención este texto de la Memoria
de 1797 del Consulado:
el sexo femenino, sexo en este país,
desgraciado, expuesto a la miseria y desnudez, a los horrores del hambre y
estragos de las enfermedades que de ella se originan, expuestos a la
prostitución, de donde resultan tantos males a la sociedad, tanto por servir de
impedimento al matrimonio, como por los funestos efectos con que castiga la
naturaleza este vicio, expuesto a tener que andar mendigando de puerta en
puerta un pedazo de pan para su sustento.
Si bien es cierto que estas nuevas perspectivas no son
todavía revolucionarias, en su mente comienzan a darse oposiciones notables.
Por un lado, su fidelidad a la corona española y por otro sus ideas
renovadoras.
La prueba de lo primero lo comprobamos en el hecho que
cuando los ingleses, en su primera invasión (1806), exigieron que tanto los
funcionarios españoles como criollos juraran fidelidad a la corona inglesa, Manuel
Belgrano se refugió en el Uruguay para no hacerlo.
En cuanto a lo segundo, vio como sus intentos
renovadores fueron permanentemente rechazados por la oposición de sus
compañeros (miembros del Consulado), por el Cabildo y por la misma corona
española que comprendió lo peligroso de estos proyectos, a tal punto que le
ordenó cerrar las escuelas que había logrado instalar.
Así es que la chispa de la independencia se fue
abriendo paso en su mente, dado que de parte de los españoles nada podía
esperar.
Es en este momento que comienza a encontrar apoyo en
un grupo de jóvenes que habían sido ganados por las ideas renovadoras; logradas
en algunos de ellos, por sus estudios universitarios, y en otros por ese
contrabando cultural que ya mencionáramos.
En su primo Juan José Castelli —que sería su mano
derecha en el Consulado—, en Mariano Moreno, Hipólito Vieytes, Domingo French, Antonio
Berutti, Juan Larrea y otros, encontró colaboradores dispuestos a llevar
adelante sus ideas. Y comenzaron a funcionar secretamente, al modo de los
masones.
Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos no lograba más
que fracasos.
No nos interesa aquí hacer el recuento de sus
vicisitudes, sino mostrar su evolución subjetiva. Es por eso por lo que
pasaremos a dar los siguientes testimonios.
Hay en su Autobiografía
textos notables que nos permiten entrar en sus procesos mentales de un modo más
profundo. Y que confirma nuestra observación anterior sobre los cambios:
he ahí que sin que nosotros hubiésemos
trabajado para ser independientes, Dios mismo nos presenta la ocasión con los
sucesos de 1808 en España y en Bayona. En efecto, avívanse entonces las ideas
de libertad e independencia en América y los americanos empiezan por primera
vez a hablar con franqueza de sus derechos.
Y también:
Mas si se recuerda el deplorable estado de
nuestra educación, veo que todo es una consecuencia precisa de ella, y sólo me
consuela el convencimiento en que estoy, de que siendo nuestra revolución obra
de Dios, él es quien la ha de llevar hasta su fin, manifestándonos que toda nuestra gratitud la debemos convertir a S. D.
M. y de ningún modo a hombre alguno.
En estos textos vemos cómo sus ideas religiosas están
presentes. Que según nuestra interpretación tiene que ver, como ya señaláramos,
con el aporte materno.
Sí. Belgrano fue un hombre religioso, apegado a las
formas rituales del culto, hasta el grado de instaurar en sus tropas prácticas
muy estrictas de moral y liturgia. Llegó a nombrar a la Virgen , generala de su
ejército. Con lo cual está en consonancia con la primera forma de protección
materna.
Pero si observamos detenidamente esto, veremos que su
idea de Dios no es la misma que la aprendida en su infancia, en la que este
Dios estaba casi siempre al lado de los reyes y de los padres. El Dios de
Belgrano es un Dios democrático que quiere la libertad del hombre y mueve sus
hilos para favorecerlo. Es un Dios abstracto y activo. Ya veremos cómo bajo la
forma de Jesús tendrá otra importancia.
No hay ninguna dificultad, entonces, en afirmar que su
Dios es el Dios que conciben las logias masónicas.
En cuanto a su idea de igualdad la podemos comprobar
en su propuesta de crear una monarquía encabezada por un inca.
Nos queda por contestar por qué Belgrano eligió
enfrentarse al régimen español y en consecuencia, a su padre real.
Imaginemos que al ocupar su cargo en el Consulado se
hubiese adaptado a los deseos de no innovar, que en definitiva era lo que casi
todos querían.
Sus conocimientos musicales y literarios, su elegancia
y sus relaciones familiares, le daban las condiciones para ser uno de los
jóvenes más brillantes y codiciados por las niñas casaderas y sus familias de
similares condiciones raciales.
Hubiese podido muy bien integrarse plenamente al mundo
de su padre.
En este caso hubiese tenido que echar por la borda
todos sus ideales de juventud y todos los saberes adquiridos de economía, de
agricultura y de política liberal. Sus conocimientos de derecho le hubiesen
bastado para dirimir pleitos menores que no chocasen con los fundamentos del
régimen vigente. Por ese camino hubiese llegado a ser mucho más rico que su
padre.
Es evidente que el joven Manuel no transitó por ese
camino. Su inteligencia y su formación intelectual lo predisponían para otra
cosa. Prefirió frecuentar lugares pequeños y secretos, como la jabonería de
Hipólito Vieytes, donde se reunían para conspirar.
Pero, aquí se hace necesario mencionar un factor que,
junto a los otros, va a marcar toda su vida. Traía de Europa una enfermedad
fatal que contribuyó a que toda su vida social se viera afectada, y que con
frecuencia le obligaría a tomar largas licencias por enfermedad. Distinguidos
médicos locales como Miguel O’Gorman y el licenciado José Ignacio Atocha, el 16
de noviembre de 1796, diagnosticaron su afección como vicio sifilítico, prescripción que hasta hoy se sigue discutiendo.
Pensemos lo que puede sentir alguien afectado con
semejante diagnóstico, independiente o no de que sea verdadero o falso.
Seguramente culpa, miedo y vergüenza, que lo llevarían a apoyarse en la
religión como modo compensatorio. Recordemos el fragmento de la Memoria
de 1797.
Lo cierto es que Belgrano padeció enfermedades a lo
largo de toda su vida.
Aquí es donde debemos hacer nuevamente un alto
reflexivo.
Trataremos de ahora en más, de mostrar como su nombre
pudo haberle dado un reconocimiento de sí mismo, a la manera de un espejo
Las neurociencias nos dicen que en toda toma de
decisiones entran dos factores, uno de carácter emocional y otro de carácter
racional. Visto de este modo resulta clara la situación de Belgrano: por un
lado, los temores y sentimientos creados por su enfermedad y, por otro, su
inteligencia y todo lo aprendido en Europa.
Ya hemos visto cómo a partir de su hábitus pudo evaluar la situación que
encontró en Buenos Aires a su regreso y lo que se propuso para superarla.
Ya hemos visto, también, su concepción de Dios,
transformada por las ideas liberales y masónicas.
Lo que debemos tener en cuenta, ahora, por el lado de
lo divino es su adhesión a una forma femenina, como es el culto a María.
Lo que vamos a exponer en este momento tal vez no
resulte tan extraño si recordamos el caso de Freud conocido como
Botticelli-Signorelli, al cual me remito, pues juegan allí factores que tienen
que ver con las relaciones de los nombres entre sí, sus desplazamientos,
reemplazos y construcción de significados.
María es el nombre de su madre. A quien por su segundo
nombre, Josefa, él se halla ligado
también por su segundo apelativo: José.
Así es que por José está ligado lingüísticamente a la
función primaria materna que corresponde a la etapa preedípica.
Pero esta madre real y de función protectora se verá
desplazada en la batalla de Tucumán por la María celestial y guerrera.
¿A qué se debe esta transposición anagógica de la
función materna? Sin duda a la necesidad de amparo provocada por el peligro de
muerte.
Ya hemos visto cómo la figura del padre, sometida a
los análisis que le permiten hacer su hábitus,
resulta una figura negativa. Totalmente opuesta a la del antepasado mítico.
La relación de Belgrano con el culto a María le viene
desde la infancia. Sus padres estaban ligados a la orden de los dominicos, a
cuyo terciarios su padre y él pertenecieron y que, como se sabe, esta orden es
una de las propagadoras del rosario, práctica eminentemente mariana.
A su regreso a Buenos Aires todas las sesiones del
Consulado que presidió se iniciaban bajo la advocación de María.
Siempre que pudo, destacó su aspecto maternal y sobre
todo el carácter mediador que ella tiene frente a su Hijo Jesús.
En cuanto a sus funciones militares, ya hemos señalado
su exagerado celo religioso, que consistía en imponer a sus soldados una moral
que excluía el trato con mujeres, el juego y el alcohol. Y entre otras
prácticas religiosas impuso el uso de escapularios y el rezo del rosario.
Batalla de Tucumán (Campo de las Carreras, al sur de la ciudad) óleo de Francisco Fortuny |
En Jujuy, ante la precariedad de sus fuerzas, ha
ordenado retroceder. Pío Tristán, el general al que debe enfrentar, posee una
fuerza de más de 3000 hombres y él apenas 1500.
Es así como los realistas comienzan una persecución
que concluirá el 24 de septiembre de 1812, día de la Virgen de la Merced , cerca de la ciudad
de Tucumán. Cosa notable, en esta fecha se cumple un aniversario de la muerte
de su padre.
Belgrano, según cuenta la tradición, estuvo orando
largo tiempo ante el altar de la
Virgen pidiendo la realización de un milagro. El historiador
Vicente Fidel López confirma en el tomo IV de su Historia de la
República Argentina :
El general Belgrano, católico ejemplar que
creía en la divinidad y en los milagros de la Virgen de las Mercedes, pero que no era clerical
ni ultramontano, sino realista y patriota…
La batalla tuvo un desarrollo donde no faltaron hechos
extraños, como la aparición de una oleada de langostas, que en un momento
cubrió totalmente el cielo. Pero, debido a los errores tácticos de ambas
partes, el resultado fue sorprendente.
Pío Tristán, creyó, como era lógico, haber triunfado y
Belgrano tuvo la certeza de haber sido vencido. Pero ambos estaban equivocados.
A medida que los oficiales venían con noticias, se pudo comprobar que el
triunfo había favorecido al ejército patriota.
A los pocos
días Belgrano organizó una ceremonia ante la imagen de la Virgen , ceremonia en que la
nombró generala de su ejército y le
depositó su bastón de mando. Y según cuentan testigos se le oyó decir que
el triunfo había que agradecérselo a la Virgen y no a él. Como era natural que así
sucediera.
No escapará a los lacanianos las múltiples
posibilidades interpretativas de este acto. Incluido un sentido fálico.
Nosotros tomaremos para nuestra interpretación que, así como antes de la batalla
de Tucumán rogó por un milagro, durante toda su vida esperó algo similar con
respecto a su enfermedad. Que dado el conflicto con la figura paterna se
encausó por el lado materno. De no ser así podía haber optado por figuras
masculinas como la de Cristo o de los santos. Y es aquí donde el carácter de
espejo de los nombres alcanza su más alta función especular.
Cristo aparece dos veces en su nombre: en Manuel y en del Corazón de Jesús.
Fue el profeta Isaías quien en el Antiguo Testamento anunció:
por eso, el Señor mismo les dará una señal:
La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarás Emanuel. (Is. 7:
14)
Y en el Evangelio
de Mateo encontramos:
Y dará a luz un hijo, y lo llamarás Jesús,
porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se
cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: he aquí,
una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y lo llamarás Emanuel, que traducido
es: Dios con nosotros. (Mat. 1: 21 a 24)
Si bien es cierto que los dos nombres, en la versión
católica, son sinónimos y se refieren a la misma persona, los teólogos
consideran sin embargo que Emanuel
hace referencia al carácter mesiánico
y Jesús a su calidad más de persona.
Visto de esta manera podemos decir que estos nombres
fueron el espejo que tuvo Belgrano para constituirse,
Por el lado de Emanuel se forjará como un mesías, pero no en el sentido cristiano,
sino a la manera judía para la cual un mesías es un hombre especial, cuya
misión es liberar a su pueblo de la servidumbre extranjera.
En cuanto al nombre de Jesús, podemos decir que en esta imagen está representado todo su
drama. No es la imagen del Mesías cristiano, es la imagen de un ser doloroso cuyo corazón esta
coronado de espinas, sin dudas metáfora de sus sufrimientos.
Una pregunta que nos parece pertinente es cómo pudo
llegar, Belgrano, a conocer estos nombres y sus probables sentidos. En primer
lugar, por el ámbito familiar, que a su vez lo debe haber tomado de las órdenes
o organizaciones religiosas del lugar.
No es raro que alguna vez haya preguntado o le hayan
explicado el porqué de estos nombres, especialmente el de del Corazón de Jesús.
Veremos, entonces, cómo, desde su casa a la
universidad pudo tener esos conocimientos. No olvidemos que en el colegio San
Carlos se estudiaba latín y teología y por último el tema de los nombres en
Salamanca era o había sido un tema que circulaba por allí.
Uno de sus más famosos doctores había escrito una obra
al respecto.
Nos referimos a fray Luis de León y a su tratado De los nombres de Cristo.
La figura de Fray Luis nos resulta particularmente
interesante por ser un converso y por ser traductor al castellano del libro del
Cantar de los Cantares. Por lo cual
fue denunciado ante la
Santa Inquisición y puesto en prisión durante cinco años,
porque estaba prohibido traducir y leer la Biblia
en español. La Biblia debía ser leída en latín por gente
culta y autorizada. Pero el hereje Lutero la había traducido al alemán, con lo
cual podían leerla gentes del común sin formación que seguramente podrían
interpretarla de cualquier modo. De aquí en adelante la iglesia prohibió en
todos los países las traducciones vernáculas. Las penas fijadas por la Inquisición fue la de
quemar por herejes a los traductores y poseedores de los textos. No obstante,
comenzaron a circular versiones clandestinas.
Sabiendo esto podemos calcular las posibilidades que
pudo tener Belgrano para llegar a saber sobre sus nombres.
Los mismos constan de tres términos: Manuel, corazón y Jesús.
La unión de corazón y Jesús no cabe duda de que fue
realizada por su familia en la infancia, tal vez, mediante el relato de sus
apariciones a santa Margarita en 1673, en donde Jesús mostraba su corazón
doliente, del que había brotado agua y sangre.
La unión de Manuel y Jesús fue más tardía, para
lograrlo tuvo que conocer el texto de Mateo que ya citamos. En este caso las
posibilidades son tres: 1) o lo leyó en la Vulgata
(con su latín aprendido en el colegio San Carlos); 2) o, en alguna versión castellana
por entonces clandestina (vgr. la de los jerónimos Reina-Valera, Ámsterdam,
1602); 3) o bien alcanzó a leer la del benedictino Anselmo Petite. Esta última
traducción al castellano (autorizada el 7/1/1783 por la Inquisición ) fue
publicada en Valladolid por Vda. de Santander en 1785, un año antes de su
llegada a España. De todos modos, recordemos que tendría autorización papal de
leer libros herejes desde el 11/7/1790 o, mejor dicho, desde agosto de 1790
cuando recibió el documento vaticano.
No sabemos, a ciencia cierta, si Belgrano pudo llegar
a integrar Manuel y Jesús, pero sí es altamente probable que la figura del
Jesús doliente lo haya impactado.
En cuanto al texto De
los nombres de Cristo, recordemos que en esta obra el eminente poeta y
teólogo descifra catorce de los nombres de Cristo con que se lo designa en las
escrituras.
Quienes quieran aventurarse en la lectura de este
texto se encontrarán que es una obra de capital importancia y que ha influido
poderosamente en el desarrollo posterior.
Luis de León era un cristiano nuevo. Por lo tanto, no escapará a nadie que está
influido por la cábala judía en donde
el problema de los nombres es de capital importancia, especialmente el nombre
de Dios,
Pero no solo este nombre le preocupa a fray Luís, sino
también el nombre secreto de los hombres. En el libro del Apocalipsis (Ap. 2:17) encuentra un fundamento. Escribe:
Y por esto dice San Juan, en el libro del
Apocalipsis, que Dios a los suyos en aquella felicidad, además de que les
enjugará las lágrimas y les borrará de la memoria los duelos pasados, le dará a
cada uno una piedrecilla menuda, y en ella un nombre escrito, el cual sólo el
que la recibe le conoce.
Como varios sospecharán, su influencia sobre Borges es
notoria. Y por lo tanto se podrá comprender mejor el título de este trabajo y
su epígrafe borgeano.
Ahora podemos entrar de lleno a tratar de comprender
los procesos que determinaron la conducta de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano González.
Como hemos visto son múltiples los factores que hemos
tratado de rastrear y muchas las preguntas que podríamos hacernos. Pero
elegiremos tan solo algunas que consideramos fundamentales.
Factores que tienen que ver con lo psicológico, lo
familiar y lo histórico
Desde lo psicológico podemos preguntarnos qué hubiese
pasado si Belgrano no hubiese tenido los sentimientos de culpa, miedo y
vergüenza que lo aislaron del galanteo normal que su medio le ofrecía con
fáciles conquistas o con fines matrimoniales. No obstante, Manuel Belgrano tuvo
dos hijos, ni ellos ni sus madres tuvieron huellas sifilíticas, lo cual da pie
para que algunos aleguen que ese no era el origen de su enfermedad, pero hay
otros, fundamentando razones médicas, opinan lo contrario. Lo innegable es que
esos amores y esos hijos fueron secretos. Lo cierto es que la enfermedad lo
acompañó durante toda su vida.
Desde el punto de vista familiar qué hubiera sucedido
si su familia hubiese sido española, gente de a caballo, para quién la
agricultura era propia de gentes sin linaje.
¿Qué hubiese sucedido históricamente si en España se
hubiesen impuesto las ideas de Campomanes y Jovellanos, y todos sus proyectos
hubiesen sido aprobados?
Teniendo como trasfondo estas preguntas es que podemos
intentar dar una respuesta.
El hecho de pertenecer a una familia italiana con una
leyenda o historia donde el fundador y creador del apellido tiene como
características ser soldado y agricultor, lo preparó para aceptar plenamente
las teorías económicas de Quesnay; a las que unió las teorías de Adam Smith,
las teorías liberales de la
Revolución francesa y el derecho que configuraron
su hábitus, que le permitió reconocer
la realidad no solo social sino también familiar.
Por otro lado, la enfermedad que traía, que determinó
un diagnóstico tan contundente, acertado o no, lo preparó para una vida más
bien aislada o solitaria y cuidadosa en cuanto al trato femenino. Y lo inclinó
a buscar en la religión una solución para su problema.
Su notorio conflicto con la figura paterna real, tan
distinta del arquetipo, lo indujo a buscar ayuda en el culto a la Virgen María. Lo
confirma Vicente Fidel Lopez cuando dice:
El general Belgrano, católico ejemplar que
creía en la divinidad y en los milagros de la Virgen de las Mercedes.
Una alternativa que pudo optar, desde el principio,
fue apoyarse en su enfermedad para hacer lo mínimo e integrarse a la sociedad
tal como estaba. Pero eligió lo contrario. Avalado por el arquetipo ideal
prefigurada por lo dicho por aquel otro Manuel (Feliz el país que tiene hijos como tú, capaces de defenderlo en la
guerra y de enriquecerlo en la paz), se determinó a asumir su rol militar
cuando fue necesario, con la esperanza que los trigales florecieran en su patria.
Así como la batalla de Tucumán nos lo ocultan y
revela, hay otro momento significativo que nos lo mostrará tal como es.
Meses antes de los acontecimientos de Tucumán, a
Belgrano le habían encargado la custodia del río Paraná. Así es que se instaló
en la Villa del
Rosario. No escapará a nadie la connotación religiosa que este lugar puede
tener para él, de un modo consciente o inconsciente. Y fue precisamente en este
lugar en donde rompió definitivamente con España y todo lo que ella
representaba. Un 27 de febrero izó por primera vez la bandera argentina. Y como
si fuera poco creó dos baterías cuyos nombres son el mejor manifiesto político,
que hasta hoy nos alcanza; Libertad e Independencia.
A modo de conclusión
Decíamos más arriba que la relación de un nombre con
lo nombrado podía ser una relación mágica, de tal modo que un nombre al ser
manipulado le daba al manipulador un poder, como postula la cábala. También mencionamos la teoría de
que no hay ninguna relación entre el nombre y lo nombrado.
Pero asimismo mencionamos una tercera posibilidad que
habría de ser la teoría de que los nombres son configuraciones diacrónico-sincrónicas,
que sería la adoptada por nosotros.
Así es que lo largo de nuestro trabajo hemos tratado
de mostrar cómo los nombres pueden influirnos de múltiples maneras en los
procesos mentales o cómo también pueden llegar a contribuir en la marcha
histórica gracias al pensamiento y la acción de los hombres.
Con Manuel Belgrano hemos tenido la oportunidad de
encontrar un caso excepcional.
Por la etimología de su apellido y todo lo referente
al arquetipo ancestral, transmitido por su familia, pudo llegar a conocer y aceptar como suyas las teorías económicas y
sociales de su época. Por el lado de la unión de los significantes Corazón
y Jesús, pudo reconocerse enfermo.
Por el lado de la unión de lo significantes Manuel y Jesús, es probable que
haya logrado unirlos. No lo sabemos. Lo que sí es cierto es que en el
significante Manuel se cifra su parte
militar y en Jesús su lado sufriente.
Y ambos unidos a Belgrano nos muestran las claves para entender su vida y la
magnitud de su esperanza representada en las tres espigas de su escudo
familiar.
Comenzamos borgeanamente, con humildad queremos
terminar de la misma manera.
Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en el nombre Belgrano está Belgrano
que nos marca el camino con su trigo.
Fuentes orales
• González, Rosa. Mi abuela materna, que me contaba la historia del
alférez Francisco González, su abuelo, que había sido soldado de San Martín en
todas sus campañas.
• Llorca Bosco, María Isabel. Mi esposa, la memoria viviente de la familia
Bosco, a quien los familiares suelen pedirle información sobre los parentescos.
Romano, Agustín. Mi padre, que solía contarme sobre el origen de
nuestro apellido, que le había contado su padre.
Romano, Mariano. Mi abuelo, que con frecuencia hablaba de que su
padre y su abuelo habían sido de los carbonari
siciliani (carbonarios sicilianos);
que yo, en mi inocencia, creí que eran de oficio carboneros. Mucho más tarde,
me enteré que eran miembros de una sociedad secreta revolucionaria de tipo masónica.
Seguidamente, ofrezco una bibliografía de consulta, señalando que para llevarla a cabo me fue de gran ayuda la colaboración de mi amigo Héctor Zabala.
Seguidamente, ofrezco una bibliografía de consulta, señalando que para llevarla a cabo me fue de gran ayuda la colaboración de mi amigo Héctor Zabala.
Agustín Romano
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estrategias de la reproducción social (Buenos Aires, Siglo XXI, 2011).
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Buenos Aires, Corregidor, 1976).
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filosóficas (Madrid, Gredos, 2017).
• Sobre la tradición del origen
del apellido Belgrano, ver:
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